Uno de nuestros mayores temores como humanidad es quedarnos sin agua, y no se trata de un miedo infundado. Basta recordar casos recientes como el desabastecimiento que afectó a Lima en 2017 debido al fenómeno El Niño, o el anuncio de posibles restricciones en 2023. A nivel internacional, ciudades como Montevideo (2023) y Ciudad del Cabo (2015), así como las recientes sequías que golpearon a Ecuador y Colombia en 2024, evidencian que la seguridad hídrica es una preocupación global y creciente.
La seguridad hídrica encierra una paradoja: tanto la escasez como el exceso de agua pueden causar serios problemas. El caso de Piura, en el norte del Perú, lo ejemplifica con claridad. En 2023, enfrentó cortes masivos de agua debido al ciclón Yaku, mientras que en 2024 las lluvias fueron tan escasas que impidieron la adecuada recarga de la represa de Poechos.
Garantizar la seguridad hídrica va más allá de asegurar un volumen suficiente de agua; implica también preservar su calidad y disponibilidad para la salud, los ecosistemas y la economía.